8/7/11

Light me up tonight

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Viajar nunca me ha llamado demasiado la atención. Y eso que he llegado a conocer a un montón de personas a las que viajar les apasiona. Han hecho delicias mis oídos con sus peripecias, nos hemos reído hasta sentir la barriga dolorida con sus múltiples anécdotas y me han maravillado con sus fotografías. Muchos me han traído también recuerdos de aquellos lugares que un día pisaron, y siempre lo he agradecido mucho. El souvenir que cierta persona me trajo de su paseo por Italia sigue colgado en mi corcho, resistiendo contra viento y marea los miles de cambios de humor que me hacen recolocar, tirar y renovar lo que allí muestro. Como ya veis, otro ha pasado a formar parte de la humilde familia de mi llavero, junto a lo que quedó de la cadenita de la Oblivion (Aaaay... ¡malditos todos, con lo bien que me había salido la corona!), el ratoncito de la vacaciones de una de las gemelas y el malvado Shinichi-conejo que improvisamos el año pasado en lo que nos traían el Birth by Sleep para Rei-chan (recuerdo que hubo un momento de absoluta desesperación en que nos hubiéramos comido al dependiente por retrasar y retrasar la puñetera entrega). La cuerdecita que me ata el tobillo es aún más reciente que esta última adquisición que acabo de comentar... o la bolsita tan graciosa que me trajo Nini de su viaje a China, donde guardo mis videojuegos de la NDS y derivados (¡muchas gracias! ^w^).
Bueh, ahora que lo pienso, ¿dónde demonios están mis cosas? ¿todo lo que uso son regalos? JA, primera muestra irrefutable de mi adorabilidad, pues.

En fin, estaba diciendo que a mí lo de viajar nunca me ha llamado la atención. Quizás se deba a que desde que era una cría enana y llorica mis padres me han estado arrastrando por todo el territorio español (excepto por las islas, ¡mecachis!) para que lo conociera, o a que algo funcione ciertamente al revés en esta cabecita mía, pero... no sé. En esencia, todas las ciudades me parecen iguales. Las casas siguen teniendo cuadro paredes, las iglesias vidrieras y bancos, por las carreteras circulan coches, y las personas que veo no me parecen en absoluto diferentes a mí. Todas con dos ojos, dos brazos, dos piernas... si es que, qué manera de arruinarme la diversión. Jojo.
Bueno, ahora hablando en serio. Me parece asombroso poder plantarme en la otra punta del mundo en cuestión de horas, pero al llegar nunca me siento extraña. El suelo que piso sigue siendo mi hogar, digan lo que digan las fronteras que he contribuido a establecer, y caminar por lo que sigo considerando mi tierra no supone para mí nada nuevo. Soy una chica de ciudad, todo lo que sean ladrillos, piedra, cemento, asfalto, cristal... es mi hábitat. ¿Cómo voy a poder sentirme ajena o sobrecogida rodeada de algo que me es tan familiar, de todo lo que he visto desde que he venido al mundo? Naturalmente, cada sitio tiene sus cosas, sus propias cosas, aquellos elementos que sólo se encuentran allí y que sólo podrás ver mientras permanezcas en el lugar. Algunos, os concedo, son realmente impresionantes. Así que aprovecho para, amablemente, recordaros que no he dicho que me desagrade viajar... sólo que no es algo que esté muy arriba en mi lista de prioridades. Disfruto como todos.

Sin embargo... mmh. Este verano, probablemente, haré la mochila y me marcharé a visitar por segunda vez esa ciudad que me enamoró a primera vista. Y desde entonces, desde que aquella idea empezó a tomar cuerpo, he estado experimentando unas sensaciones bastante extrañas. Algunas de ellas son, por supuesto, fruto de los estragos que cierta partida de rol inacabada ha causado en mi ya trastocada cabeza, pero muchas otras son... anhelos de, realmente, querer viajar. Querer estar allí, en sus calles. Querer consultar un mapa debajo de un paraguas, maldiciendo la lluvia que echará a perder mi perfecto alisado, tomar el té en una pomposa taza de porcelana estirando el meñique, bordear las orillas del Támesis en una bicicleta prestada (¡en busca del Ensueño...!), o ir a cierto lugar que no puedo revelar porque cierta persona tiene la mala costumbre de leer lo que escribo. Y claro, el secreto tiene que ser secreto hasta que nos montemos en el tren. En fin, como sea. El caso es que empiezo a tener muchas ganas.

Apenas me queda una cosa que decir. Venido directamente del Fin del Mundo, de esa exhuberante tierra que fecunda la magia de la naturaleza para hacer de su emplazamiento algo diferente del resto de las urbes de la tierra... a este precioso animalito negro, yo tengo que llamarle Kerry . Es un nombre que me trae a la mente dos pensamientos diferentes. Claro que... por el momento, no puedo decidir cuál me gusta más.

4 comentarios:

Ayshel dijo...

Ya se que me debería haber presentado antes, mucho antes, como hice con Annell, Lu, Shikaru, etc. Pero me daba mucho corte cuando Adsi me dijo la edad que tienes, pero ya lo he superado XD Así que, poco a poco, vas a ver mis “murmullos” por aquí ^^
A mí me gustaría ver mundo, pero nunca salimos fuera de España, casi siempre vamos al mismo sitio, al Pirineo Aragonés (mi familia y yo). Pero, cuando sea mayor y pueda elegir dónde pasar las vacaciones voy a ir por todo el mundo, me encanta viajar.

PD: ¡Me encanta la oveja de la foto!

PDD: ¿Vas a venir al Salón del Manga de Barcelona? Yo quizás voy a ir ^^

Niwa dijo...

Creo que una de las cosas que con más cariño atesoro son los recuerdos que me trae la gente de sus viajes. Tengo por ahí un barquito de Cadaques, un peluche de Brujas, una luna de Valencia, una matrioska siberiana,... Oh, sí, son mis pequeños tesoros.

Sin embargo, creo que nada puede superar la emoción de pisar tierras desconocidas. He de reconocer que me encanta viajar. Si por mi fuera, me echaría una mochila al hombro y recorrería el mundo entero. Un día aquí, otro allí, un par de semanas más allá... Y de vez en cuando, asentarme una temporada en algún lugar.
Disfruto perdiéndome entre las calles, descubriendo formas y gente nuevas. En cuanto salgo de casa todo me parece fascinante, mágico incluso.

Así que ya sabes, si mi economía lo permite y a ti te apetece compartirlo, soy una más que dispuesta compañera de viaje. En cualquier caso, saluda a Kerry de mi parte.

Mew dijo...

@Ayshel: Sí, sí, te entiendo perfectamente. Una seria y respetable universitaria de bien siempre impone un cierto respeto. En mi gran benevolencia, pues, quedas perdonado.

Jaja, ¡otro viajero! Pues nada, nada, ¡vuestra será la conquista del mundo! Y sí, aprovecho para decirte que absoluta y definitivamente sí voy a ir este año al Salón del Manga de Barcelona. Y cosplayada, por supuesto. Así que espero que me invites a una coca cola o algo similar para enmedar tamaño desplante de no venir a saludarme.

@Nini: Eh, pues claro. Ya sabes que me lo paso pipa contigo (mi hermano ha perfeccionado mucho su MMM... torti desde la última vez que te vio). ¡Aunque sea yendo a la vuelta de la esquina! Je :P

Charlie D. dijo...

"En esencia, todas las ciudades me parecen iguales. Las casas siguen teniendo cuadro paredes, las iglesias vidrieras y bancos, por las carreteras circulan coches, y las personas que veo no me parecen en absoluto diferentes a mí. Todas con dos ojos, dos brazos, dos piernas... "

Solo una muchacha de ciencias podría decir esto ¬¬7

Precisamente cuando yo viajo nada es lo mismo y por eso me fascina, porque ni siquiera el cielo que te cubre es igual, puedes sentir la diferencia en los colores, el olor del aire... la globalización arruina un poco la diversión, sí, es cierto, pero en cuanto escarbas, en cuanto te atreves a ir un poco más allá y aguzas la mirada descubres la esencia, indudablemente única. En eso coincido plenamente con Niwa, la emoción de viajar no tiene comparación, al menos para mí es como un chute de adrenalina directo en las venas...




P.D. ¿Una universitaria de bien en el Salón de Barcelona este año? ¿Y cómo nos vas a sorprender esta vez con tu cosplay? Creo que puedo afirmar que tus humildes lectores, yo, y, como no, Kerry, estamos deseando que en tu gran generosidad y buen ánimo nos ilustres con tan interesante información...