21/9/10

A Hard Daynight (II)

-ATENCIÓN, las líneas a continuación escritas contienen YAOI-



Hacía tiempo que las ojeras de su rostro se habían acentuado notablemente. Al comenzar la noche sólo eran unas finas líneas grisáceas casi imperceptibles. Ahora, en los últimos minutos de negrura extrema que le quedaban a la noche, aquellas finas líneas habían pasado a convertirse en pequeños surcos. Sus ojos azules estaban cansados, y el color oscuro de esos iris rozaba mi pupila, examinando mi rostro tal como yo estaba haciendo con el suyo. Se le sombreaban las ojeras al hacer contraste con las sábanas claras de la cama.
Las luces de los faros de los coches iluminaban la habitación débilmente de cuando en cuando a través de las cortinas. En aquel momento pasó uno, revelándonos más detalles al uno del otro. El aúreo pelo de Iñigo estaba desordenado y parecía una gran madeja dorada y caótica. Hebras pálidas sobre la almohada que parecían estar reposando a la espera de la mano experta de alguna Penélope que creara un glorioso tapíz. Pero en esa habitación sólo estaba yo. Y mis manos expertas, que ahora temblaban de impaciencia por desempeñar la tarea cuanto antes. Iñigo parpadeó, el momento pasó y la luz del faro desapareció junto con el coche y el ruido de su motor.

El chico callado soportaba mi peso contra su cuerpo sin romper su habitual costumbre silenciosa. Estaba sentado a horcajadas sobre él, apoyándome a la altura de sus caderas sobre mis rodillas, que daban en el colchón, y el nacimiento de sus piernas. Su piel estaba tibia y sus músculos apretados, como globos a punto de reventar. Cuántas veces habría observado sus manos en movimiento, programando, y me habría maravillado. Sus dedos eran largos, ágiles y ligeramente ásperos. Ahora, recorrían el perfil de mis muslos con suavidad, de arriba a abajo, como guiados por los golpes de un metrónomo. Siempre pensé que el secreto estaba en pensar el algoritmo antes de ponerte a programar. Estaba equivocado. Las manos de Iñigo podrían pensar el algoritmo por él y escribirlo siguiendo la secuencia.

El desgarbado cuerpo de mi compañero se incorporó con rapidez, atendiendo al deseo de su propietario y dejándose llevar por un caprichoso impulso momentáneo. Me escurrí hasta dar con el colchón, pero dejé mis piernas bien enredadas en su cintura. Los ojos de Iñigo me observaron con una mirada que no supe descifrar. Contempló mi rostro, mi cuello, mi torso y la parte de mi cuerpo que aún estaba pegada contra el suyo. Pensé, durante un fatídico segundo, que aquello no le convencía. Después, con el corazón todavía rebotando dolorosamente contra mis costillas, sentí sus dientes abriéndose contra mis labios. Me besó con una pasión contenida que sólo había alcanzado a vislumbrar en los efímeros momentos en que se animaba a compartir sus pensamientos con alguien. La expresión desafiante de mis ojos se relajó contra los párpados que se cerraban. Sus manos apretaron mi espalda.

Los labios semiabiertos, los ojos cerrados y los mechones desordenados de pelo rubio sobre su nariz, dibujados como un perfil a contraluz, crearon una imagen que aún hoy conservo grabada a fuego en mis retinas. Una voz rasgada, tan poco propia de él, rompió el silencio.

-Otra vez.

Las comisuras de mi boca dejaron al descubierto mi sonrisa involuntaria. La noche se acababa. Hacía tiempo que los jardines estaban desiertos y que Ana y los demás se habían ido a dormir a sus casas. Nosotros seguíamos despiertos. Y sus ojeras comenzaban a teñirse de un rubor violáceo fruto de su cansancio extremo.

La última, pensé. La última, lo prometo.

Dos días después, cuando la semana volvió a repetir el día que le dedicaba a la luna, Iñigo se durmió en clase. Nunca acerté a adivinar si fue porque él también quiso rendir tributo al satélite, o porque perdió demasiadas horas de sueño en aquel fin de semana de empalmadas. Quizás, por sus sonoros ronquidos que el rasgar de mi lápiz no disimulaba, podría inclinarme por la segunda opción.




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Y hasta aquí he llegado, ahora sí que sí. No pensaba haberlo continuado, porque realmente todo era echarle imaginación y seguir las preferencias de vuestra mente... pero ya que me lo mencionasteis, me animé a pensar que ocurriría si en mis manos estuviese (que, de hecho, lo estaba) el destino de ambos personajes. Ahora ya podéis sacaros los ojos o morderos las uñas por un final tan soft, pero, definitivamente, esto ha terminado y no iba a ponerle punto y final con un lemmon (¿que qué es un lemmon? consultadlo aquí). Aún así, me gusta el resultado. Es la primera vez que continúo y doy por cerrado algo, aunque haya sido tan cortito. Me siento satisfecha conmigo misma.

Por cierto, aunque no lo haya mencionado, el nombre del prota es Aitor.

Buenas noches :)

2 comentarios:

Charlie D. dijo...

Perfecto. Sabes como ser sensual sin resultar predecible o exagerada. Es un buen final para lo que ya habías empezado, acorde con la atmósfera algo melancólica, pausada y deliciosamente sexy. Y el final... eres buena con los finales, me gustan. Me alegro de que hayas continuado y nos hayas traído este final. Por cierto, que me llena de curiosidad pensar en tí, una chica de ciencias, ingeniera informática (oh yeah!) que escribe tan bien, se nota que te gusta leer. Y los temas que eliges, los personajes... curioso, curioso.

Por cierto, que igual te vi en el Retiro aquellas tardes de verano, jajaja, o me viste tú (quien sabe) arrastrando el carrito de bebé. Es el trabajo más curioso que he tenido, pero fue divertido.

¿Mi nombre? Pues el que aparece en el perfil, claro está. ;)

Mew dijo...

Para dedicarse a lo que yo quiero dedicarme hay que tener mucha imaginación y dejarse llevar por los sueños. Depende del día soy de ciencias o de letras, o de ambas cosas a la vez. Ésta última es la más frecuente, aunque cuando escribo suelo dejar a un lado el modo absolutamente cuadriculado de pensar que tengo cuando me pongo a hacer alguna materia de ciencias. Sería interesante escribir pensando así, pero normalmente me refreno. Tendría que hacer uso de un vocabulario que vosotros no tenéis por qué conocer y eso haría las cosas un poco chungas.

Es posible que sí coincidiesemos en el retiro, aunque creo recordar que yo solía vegetar con mis amigos en los oscuros rincones solitarios donde los árboles tapaban el horrible sol de verano. Pero bueno, quién sabe xD
En donde sí que estaré seguro este fin de semana es en la Japan Weekend. ¿Tú te vas a pasar?


Ya me contarás!