15/11/11

No voy a compilarme


¡Sal de mí, monstruo!

Cuando me golpea la risa no puedo evitar sentirme en paz con todo el puñetero mundo. Clase, objeto o un no voy a compilarme a tiempo y estalla contra los dientes, contra la lengua, deja atrás la saliva que fue su cuna y se desmenuza en el aire como las migajas de una galleta que se parte. Y entonces, aunque nunca importaron las horas entre hojas sucias de papeles garabateados con números, de refulgentes pantallas ansiosas por chupar el tejido líquido de nuestros conocimientos, o de calor insoportable entre los campos de máquinas, la verdad es que todo se hace muchísimo más llevadero.

Últimamente puedo decir que, en ciertos aspectos, estoy muy satisfecha. Y el pooka Erik, demonios, ¡es tan guapo...!



Aunque, hasta que se le pase cierto mal, sea mejor rehuirle.

5/11/11

10100


Dejemos una cosa clara... Tengo veinte años. Veinte años son ya una edad considerable, una edad a la que lleva su tiempo llegar. Y claro, cuando tienes esta edad piensas "ah bien, por fin se me considerará un adulto". No un erudito, no una persona que lo sabe todo, ni siquiera como alguien experimentado. Pero sí, al menos, como un adulto.

Yo soy un adulto, y toda la responsabilidad de mis actos, absolutamente de todos, recae en mi propia persona. Así que si quiero declarar que no me da la santísima gana poner licencias o aceptar que cualquier persona se una a mis seguidores, lo hago. Y, como en las tiranías, sanseacabó. Si no os gusta, pum, patada en la barra de direcciones y fuera.

¿No os habéis parado a pensar nunca qué pretendo transmitir...? Porque entonces, definitivamente, debe haber algo que esté haciendo mal.


http://www.youtube.com/watch?v=fZeA0PbjcdI
 

1/11/11

Dear followers of mine


Cierta persona (¡y hace no demasiado!) se atrevió a sacar a la luz ciertos pensamientos que compartí con ella en un alarde de confianza y afecto... e hizo pública mi elitista intención de joder a algunas de las chinches que crían en mi botón de seguidores de las personas que, por vaya a saber usted qué motivos, me siguen. ¡Mierda, pues me jodió toda la sorpresa! Yo que pensaba atacar a traición y por la espalda, disfrutar de una puñalada certera y reír malévolamente mientras (y atención, esto es importante) acariciaba con absoluta delicadeza el níveo lomo aterciopelado de mi señor gato...  ¡Demonios!

He dejado pasar tanto tiempo ¡por pura y jodida pereza, no os engañéis! para despistar a vuestras pobres mentes llenas de problemas tan sumamente importantes como atinar a meter cada pie en un calcetín cada mañana. Y si me atrevo a interrumpir semejantes dilemas filosófico-existenciales (dioses, el nivel de maldad en sangre ha llegado ya a alcanzar cotas escandalosamente altas), es porque la cifra parece aspirar a reflejar mis tiernos veinte añitos y eso es algo que me provocaría un interesante cabreo.

Mirad, seré breve, seré clara y hablaré en voz lo suficientemente alta como para no tener que repetirlo. Este cariñosamente brutal toque de atención está dirigido única y exclusivamente a aquellas personas (vamos a suponer que lo son; ya que soy matemática voy a sentar esta base así, porque me mola para trabajar: es fácil) que se cuelgan de MI botón de seguidores y... ahí... ahí termina toda nuestra relación. Santo cielo, ¿cómo osáis? Una dama de alta cuna, recatada y decente como yo, permitiendo que se cuelen en su dormitorio toda clase de desconocidos que, no sólo no le dirigen la palabra, sino que clavan sus ojos desde las sombras para observar todos sus movimientos en la suave danza del sueño que le desplaza de un lado a otro por entre las delicadas piezas de tela que conforman la cama. No, no, no. ¿Entendéis que no pueda permitir semejante comportamiento, verdad? Sois chicos y chicas listas, sé que lo hacéis (y si no... pues nada, espero que al menos sepáis cual es el antónimo de listo).

En fin, como sé que andar caminando entre metáforas es muy angusioso (últimamente he trabado cierta amistad con una humanista que aprovecha para hostigarme así cuando le viene en gana; sospecho que disfruta haciéndolo), y como ya ha quedado tan bonito y tan poético el post, lo diré en castellano puro y duro, para que todos nos entendamos. Que casi estamos en familia, oye.
Algunos coleccionan sellos, otros chapas y otros pobres desgraciados dados con los que jugar al rol... pero, ¡joder!, todos coleccionan seguidores. Gente que ni puta idea de quién es pero mira, mira qué bonito hacen engordando el número de la lista de personas que leen las cuatro letras mal puestas que las manos propias tienen a bien poner. Es que decoran tanto... es que te hacen sentir tan querido y popular...

¡Pues no, maldita sea! Y como me jode tanto que siempre estéis predicándome al oído que hay que hacer algo para cambiar las cosas, llenándome la cabeza con vuestros discursitos efervescentes como pastillas y llenos de grandilocuentes mensajes moralistas (¿de verdad os creeis que por ser una magnífica crack en computación y demás ciencias no voy a entender de letras? tomad esta piedra y golpearos, porque os lo merecéis, ¡soy un híbrido perfecto!), y visto que casi ME LINCHÁIS cuando se me ocurrió proponer lo de las licencias, pues voy a llevar a cabo esta protesta que no necesita de vuestra ayuda para llegar a buen puerto (no se puede confiar en vosotros... menuda decepción me llevé, sí...). Voy a borrar de mis seguidores a todos esos señores y señoras que no dan señales de vida. ¿Por qué? Pues a ver... obviamente porque me gustaría reivindicar con semejante acción mi total y absoluto rechazo a la práctica de tener ciento dos mil seguidores no puede ser: es demasiado poco retorcido para una mente como la mía. Así que nada, podéis pensar en mí como una especie de elitista frustrada, un personaje atormentado y resentido que repta hasta el ordenador y teclea con furia todo lo que quiere vomitar sobre un pedazo de papel digital.


Ah sí, mucho mejor, dónde va a parar. Ahora puedo descansar tranquila.



Buenas noches. 


Y Kerry es un borracho. Habráse visto.