26/2/12

Gruñir es un verbo menospreciado


Está bien, veo que soy capaz de experimentar el procedimiento por el cual las pilas se desbordan. Hablo de pilas informáticas, claro, estructuras de datos que sirven para contener el poder que toda información a guardar conlleva...

La verdad es que me gustaría quemar algo (aunque esto es solo una forma de hablar, como mucho romper), sí, porque me estoy dando cuenta de que hay ciertas cosas que me ponen de muy mal humor que no estoy exteriorizando. Soy un signo zodiacal reservado, no lo olvidemos, y a veces ir en contra de los astros que te rigen es tan difícil... Aunque también es cierto que pueda deberse a la canción que estoy escuchando ahora mismo, que me hace evocar cierto episodio que tuvo lugar en un callejón de Londres con un par de amables muchachos que tenían unas ganas locas de divertirse. Ahí los dados volvieron a fallarme, oh fatalidad (aunque es cierto que la expectación que me embargaba en aquellos momentos por continuar era de proporciones muy considerables).

El caso es que no sé qué pensar. Y la incertidumbre, amigos, es horrible, porque yo conozco cómo razonar con incertidumbre si tuviera que aplicar técnicas de inteligencia artificial a un sistema, pero con seres humanos... con seres humanos es otro cantar. Y si intento recurrir a la experiencia me pierdo en mis recuerdos. Recuerdos tengo muchos.

Pero como la vida continúa, seguiré metida en la corriente, transportando electricidad mal que bien hasta que atine a encajarse el enchufe.

2 comentarios:

Javier dijo...

Lo de los amables muchachos es intrigante, desde luego.

Romper da más gusto que quemar, creo.

Un saludo.

Mew dijo...

Mmhh... sí, sí que es intrigante. Todavía quedan algunas incógnitas por despejar (como, por ejemplo, de donde salió aquel gato endemoniado que se tiró sobre el que tenía la navaja). Y espero resolverlas algún día, porque en su momento estaba a punto de volver a quedarme inconsciente y toda la información me llegaba tan distorsionada que... ¿acaso era real?

Y luego estaban las cosquillas. Horribles agujas de placer que me hacían querer llegar hasta el final... fuese lo que fuese eso.