30/3/11

¡No sé por qué lo he pensado siquiera!

 
No sé por qué, pero ea, ya está bien de tanta memez. Este mismo fin de semana me calzo los patines y me voy a patinar tan ricamente. Si no hay nadie en este ancho, largo y vasto mundo que quiera hacerlo conmigo... qué demonios, ¿y a mí qué me importa?
La gente vive obsesionada con la soledad, con el "morirás solo y rodeado de gatos" (frase a la que nunca le vi sentido, ¿qué habrán hecho los gatos? Si son adorables... No, no es una pregunta. Vamos, repítelo. Repítelo. Eso es, así me gusta), y, aunque me joda una y mil veces tener que admitirlo, creo que últimamente he estado experimentando esa estúpida forma de pensar. ¡Argh! Disculpadme, voy a empezar a vomitar sapos y culebras. En tres, dos...

Me di cuenta este mismo lunes. Patricia, mi genial compañera de proyectos, y yo estábamos en Programación Orientada a Objetos, haciendo bailar a las excepciones a través de balazos de teclado, cuando, de repente, nuestro maravilloso profesor se molestó en cruzar la enorme clase alicatada hasta el techo de ordenadores para ir a nuestro sitio. Me temblaron hasta las gafas (que, en ese momento, llevaba por hacer el chorra) y me apresuré a hostigar a mi compañera a cerrar tuenti y demás páginas no recomendables en horario lectivo justo antes de ser consciente de que era yo misma quien empuñaba el ratón. Dicho y hecho, el profe se acercó, echó una ojeada por detrás mientras a nuestras espaldas les castañeteaban los dientes y, acto seguido, nos llamó la atención. Pero lo que aquel hombre quería hacer era felicitarnos. Un diez en la primera práctica, aquella en la que teníamos que modelar una universidad. Un proyecto fantástico, le había encantado.

Naturalmente, ya sabíamos que teníamos un diez porque habían colgado las notas hacía días, pero oírlo de su boca fue algo más que reconfortante. Fue tan agradable. Lo fue tanto que se convirtió en demasiado. Me di cuenta, caprichosas sinapsis neuronales, justo en ese instante de hasta qué punto había dejado que esa forma de pensar se hiciese un hueco en mi mente. No sé por qué, o quizá sí y no os lo vaya a decir, pero... it's over, baby. Aquí no te quiero.

Y, para celebrarlo, me voy yo sola. Y a patinar.

5 comentarios:

Charlie D. dijo...

Siempre he querido aprender a patinar.

たへんですね! =)

Annell dijo...

Yo tampoco sé patinar ;____; Cuando viva en Madrid, ¿me enseñas?

(Tampoco sé ir en bici ._.U...)de

Mew dijo...

Cielos, ¿pero qué le pasa a la juventud de hoy en día? En mis tiempos nos entreteníamos con unos buenos patines en línea y terreno medianamente liso sobre el que deslizarnos... Tsk, tsk, tsk.

Veréis, el primer paso para aprender a patinar es hacerse con unos patines. Parece obvio, pero cuando uno se olvida de esto... digamos que surgen complicaciones.

Adsi dijo...

XDDDDDD. Yo etsoy obsesionado con lo de patinar. En serio me encantaría comprarme unos patines y pasarme las tardes deambulando por el puerto de Barcelona. Pero claro, haciendo gimnasia seis horas al día, pues como que no :(

Pero jo, quiero intentarlo, pero sumando a mi falta de tiempo a mis tobillos cacas (eh, Annell, ten eso en cuenta) pues no sé...

Aux, pero primero hay que convencer a los papis.

Mew dijo...

Antes de nada... ¡¿QUÉ demonios haces posteando en horas en las que deberías estar en clase?! MAL, MUY MAL. Recuerda que hasta que no llegues a la universidad no puedes hacer esas cosas. Y que, por cuestiones de puro azar, semejante afirmación me conceda ventaja es simplemente eso: puro azar.

Ahem, bueno, espero que consigas tanto el tiempo como los patines. Es extremadamente genial. Y no te preocupes por las caídas, que ya lo decía mi abuelo...el alquitrán cede.