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26/1/11

El peso de una sola palabra



Adiós, viejo amigo. El sentimiento que me ha vapuleado por dentro cuando me has comunicado el brusco giro de los acontecimientos ha traído a primer plano una melancolía dolorosa que, para ser francos, hacía mucho tiempo que no experimentaba de verdad. Como suele pasar en estos casos, ha sido sorprendente comprobar lo que puede ser capaz de levantar un ser humano en otro.

Tú en tu faceta de amante y tú en tu faceta de amigo. Aquello que hemos vivido ha sido como una espiral de tiempo indefinido compuesta por los miles de matices que tienen los colores, el tono grave de las interferencias, un calor como un infierno de ardiente, el paso agitado de un corredor sobre el corazón, la estrechez doliente de la mano que se cierra justo a tiempo sobre la tuya, carreras por caminos que bordeaban entre lo oscuro y lo claro, y lo ceñido que estuvieron tu identidad y la mía. Te quiero, y lo hago con esa intensidad sobrecogedora de las personas a las que un buen día se les olvidó utilizar sus nombres para nominarse. Te quiero muchísimo y ahora me parece tan breve la intersección de tiempo que compartimos juntos que quisiera que no tuvieras que marcharte.


Sé que hace ya años que nuestras espadas desaparecieron, que se quedaron guardadas en algún recondito lugar de los servidores a los que nos conectábamos... pero aún así, con espada o sin ella, yo sigo siendo leal a la causa que te da la vida: a ti.


Nos vemos, de verdad, algún día. Hasta entonces, buen viaje, viejo amigo.

16/3/10

Y con este ya son catorce inviernos


Hoy me apetece... me apetece, me apetece... dedicar unas líneas a contaros una cosa que sucedió hace aproximadamente catorce años.

En aquella época yo tenía tan solo cuatro añitos (que adorable era por aquel entonces), y era una enana que apenas levantaba un palmo del suelo y llevaba unos cuantos días en Bilbao, en casa de sus abuelos. La verdad es que no recuerdo si tenía clase o fue uno de esos años en los que la semana santa empezó prontísimo (que me da que va a ser lo primero), pero lo que sí recuerdo es la emoción. Al ser tan pequeña no me enteraba de mucho, no sabía muy bien por qué me habían mandado a Bilbao tan repentinamente cuando mis padres se habían quedado en Madrid... pero todo el mundo parecía contento, todo el mundo parecía alegrarse por mí, así que yo simplemente disfrutaba.

Los días pasaban y yo también pasaba de mano en mano; abuelos maternos, paternos, tíos, tías y primos mayores me entretenían y me llevaban de un lado para otro, al parque, a la playa, a pasear, a tomar helado, etc... y yo me dejaba llevar, respondía a sus preguntas, jugaba y reía con ellos. Secretamente tenía muchísimas ganas de volver, echaba de menos a mis padres y echaba de menos mi casa, mi lugar seguro. Quería regresar.
Así que con el tiempo mis preguntas se volvieron más insistentes y las respuestas que recibía más vagas e imprecisas, cosa que no me gustaba nada. Si bien es cierto que era una niña con una experiencia totalmente limitada de la vida, no era por ello tonta. Inocente sí, mucho, pero no tonta. Y me puse muy pesada, pesadísima, como sólo los niños saben serlo.

Al final, un buen día fueron mis abuelos paternos los que me dijeron que me llevarían de vuelta a Madrid. Yo hubiese cogido mi osito (bueno, en realidad era un peluche del ratón Mickey) y me hubiese montado en el coche al instante, pero había que preparar la vuelta, llenar el depósito, hacer mi maleta y un largo etc para no olvidar nada allí. Al cabo de los días regresamos y recuerdo de forma muy vívida cómo guié a mi abuelo, cuando prácticamente estábamos ya en las puertas de mi casa, para decirle dónde había que parar. Lo siguiente que recuerdo fue que bajé con mi abuela, llamé al telefonillo, subí las escaleras a todo correr y me lancé sobre el interminable pasillo de mi casa hasta llegar al final. Ignoré a mi padre, que había abierto la puerta, ignoré a mi abuela, que acababa de terminar de subir las escaleras, e ignoré a mi madre, que estaba tendiendo alegremente en la habitación del final del pasillo en la que yo acababa de entrar estrepitosamente. Nada más poner un pie en ella, el corazón comenzó a rebotarme en el pecho con fuerza. Mi madre me echó una mirada sorprendida y me habló. Qué me diría... ni idea, yo caminé hacia ella rodeando la cama de matrimonio y cuando la tuve en frente giré de nuevo. Allí, en un rincón había un mueble muy extraño que quería contemplar. Era nuevo y sabía perfectamente lo que significaba que estuviese ahí.

Que mi hermano había nacido por fin, y que estaba dentro de esa cuna.









Felicidades, enano. Anda que no han pasado cosas desde la primera vez que te vi con ese pijama blanco de círculos de colores y esa mirada que lo observaba todo con curiosidad. Que mayor y que responsable me sentí de pronto. Bueno, y que todavía me siento, para que engañarnos. A veces me sacas de quicio y te odio mucho, pero has sido y eres una buena parte de mi vida, así que no me queda más remedio que quererte... de corazón.


Feliz catorce cumpleaños.

21/2/10

I need a hero

Últimamente me ha dado por usar de título para mis entradas las frases más representativas de las canciones que estoy escuchando en el momento. Realmente se me da fatal eso de nombrar una entrada, ya que se supone que tiene que condensar un poco de qué va lo que escribo ese día... pero es que al final siempre termino desviando el tema hacia otro lado y me fastidia tener que andar cambiando las cosas una vez ya están pensadas (oh si, pensar es un ejercicio horrible...)
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Bueno gente... hoy hace un año. Y como hoy hace un año, esta actualización va a ser especial.



I need a hero

I'm holding out for a hero 'till the end of the night

He's gotta be strong

He's gotta be fast

And he's gotta be fresh from the fight


Balanceé la espada suavemente. El aire me azotaba en las mejillas, la fría brisa marina de la mañana.
Desde lo alto del acantilado me sentía importante. A mis pies, las olas rompían sobre la roca y lamían con fiereza la orilla, arrastrando una estela blanca que a duras penas era absorbida por la arena. Mi vista controlaba la línea del horizonte, barría el área y controlaba la actividad de las fuerzas naturales. Me sentía vivo, más vivo que nunca. Desde lo alto de mi atalaya yo tenía el control. Era algo más que un insignificante ser en el fluir de la vida del planeta. Yo lo era todo, todo, y esa palabra llenaba mi mente.

I need a hero

I'm holding out for a hero 'till the morning light

He's gotta be sure

And it's gotta be soon

And he's gotta
be larger than life

Los delirios de grandeza realmente no me servían de mucho, pero siempre acudían a mi cabeza cuando visitaba este lugar. Era como si algo los convocase y los invitase a colarse dentro de mi cerebro, sabe dios por qué. Yo seguía balanceando la espada, cortando el viento con la mirada perdida en el océano. Intentaba recordar, pero todo era muy confuso, todo estaba empapado de sentimientos. Recordaba los acontecimientos como si los hubiera vivido desde fuera, pero podía situar todos y cada uno de los sentimientos en aquella película de recuerdos. Como si fuera un gran mapa sobre el que pinchar chinchetas. La amarilla para la sorpresa, la azul para el desconcierto, la blanca para la tristeza... la verde para la esperanza.
Sí, al final yo también había sido capaz de encontrar un resquicio de esperanza. Una pequeña luz, un consuelo. Mi razón para seguir. Por eso volvía de vez en cuando al acantilado. Para reforzar mi razón. Podía flaquear, podía llorar, podía perder de vista mis objetivos... pero siempre que volvía era capaz de ordenar de nuevo las cosas. Mi cabeza era como una habitación sobre la que se iban desplomando los muebles. Y cuando el estado era crítico regresaba para tomarme mi tiempo y alzarlos de nuevo.

Up where the mountains meet heavens above

Out where the lightning slipts the sea

I could swear there is someone somewhere

Watching me


Me di la vuelta y descargué la espada sobre un enemigo imaginario. Nuestros aceros chocaron y tuve que reforzar el impacto de mi arma colocando la mano izquierda sobre el filo. El tejido de mis guantes cedió ante la mordedura del arma pero hice retroceder al enemigo. De nuevo me estudiaba, me rondaba y buscaba un hueco en mi defensa para caer sobre mí. Su silueta blanquecina se ondulaba sobre el espacio físico y podía hacerme una ligera idea de su posición.
Volvió a la carga con intensidad, fijando mi hombro como objetivo y embistiendo con fuerza. Trastabillé, caí y la espada resbaló. Desarmado, la sombra blanca se cernió sobre mí, dispuesta a rematarme. Pero volví a encontrar la luz. Volví a encontrar mi luz y mi espada regresó a mis manos. El monstruo cayó y se precipitó contra mi filo. Estalló en mil pequeñas volutas blancas.

Through the wind and the chill and the rain

And the storm and the flood

I can feel his approach

Like a fire in my blood


En ellas brillaban los rostros de dos personas conocidas, de dos personas importantes. Una era yo y la otra era... él. Con su eterno gesto autoritario pincelado sobre un rostro impasible. Algunas de las imágenes le mostraban sonriendo, una sonrisa imposible de evitar que se extendía de oreja a oreja y que hacía que un brillo especial inundase sus ojos. En otras estábamos ambos. La tierna imagen de un infante junto a un curtido adulto que le alzaba a la altura de su cabeza y le observaba minuciosamente. Algunas de las burbujas contenían su voz grave, ronca, cascada por la edad, y algunas de sus expresiones típicas. Y, por supuesto, también quedó retratado con su eterna copa de vino. Vino bueno, vino tinto.
No pude evitarlo. Las quería todas, todas para mí. No quería perderlas de nuevo y tener que vencer al enemigo para recuperarlas. Salté del suelo e intenté alcanzarlas con los brazos extendidos. Parecía un niño que se muere por asir una de las tiras de una piñata. Pero yo no tenía tiempo de pensar, no tenía tiempo de hacer nada... porque logré arrastrar un buen puñado hasta mi corazón.

I need a hero

I'm holding out for a hero 'till the end of the night

He's gonna be strong

And he's gonna be fast

And he's gonna be fresh from the fight


Cuando penetraron en mí noté un torrente cálido adherirse a mis venas, como la sangre, pero sin sustancia. Lo notaba en cada rincón de mi interior, transportado por algún nuevo sistema aún desconocido para nuestros científicos. Lo notaba en mí. Formaba parte de mí. El pelo se me revolvía hacia atrás, azotado por el viento y la impresión. Las lágrimas se borraban, se las llevaba el aire consigo hacia un mar egoísta que nunca parecía satisfecho.
"Te quiero, te quiero".
Caí sobre mi espada, clavada en la tierra y lloré. Pero no era un llanto amargo, no era un llanto triste. Yo ya no estaba triste. Mi llanto era de nostalgía, de melancolía. Le echaba de menos.

Oh sí, le echaba muchísimo de menos. Todavía me golpeaban las situaciones en las que seguía contando, inconscientemente, con él y sólo demasiado tarde me daba cuenta de la realidad.
Pero hacerse mayor era esto. Conllevaba estas cosas.

Estaba aprendiendo a enfrentarme a la muerte. Estaba aprendiendo... por eso, todavía, podía permitirme llorar.

I need a hero

I'm holding out for a hero 'till the morning light

He's gotta be sure

And it's gotta be soon

And it's gotta be larger than life.