6/8/11

Unrequited Love

ATENCIÓN
Mira que me jode tener que destripar la trama así de buenas a primeras... pero bueno. Abajo hay yaoi. YAOI. Leed bajo vuestra propia responsabilidad.



Alfombrado el suelo con la muerte de las hojas, crujientes y podridas, la superficie arenosa se resecaba con el oscuro color pardo que detuvo su vida. La arcilla y el barro chapoteaban a su alrededor, delineando el contorno de sus otrora venas plenas de clorofila y savia. Unos pies bailaban sobre ellas con el renqueo característico de quien se ha abandonado al mundo. Sus desgastadas zapatillas de estudiante partían el suelo y la arenisca, y la noche recibía cálida el crujir desesperado de los muertos, bien muertos, cuyos restos desperdigados no eran ya importantes para nadie. Un puñado de hojas.

Su cuerpo se estremecía resquebrajando la frágil y rugosa corteza arbórea. Los nudos contra su espalda moldeaban su columna inquieta, el dolor era sordo y distante, perdido en el placentero torrente que nacía a pocos centímetros de su ombligo. El paraje desolado acogía las tumbas de los seres en su vientre yermo y arrugado, condenado a no florecer para mantener el descanso de unas cuantas almas que viajaron a la muerte excavando bajo su superficie. Insultante era pues, como mínimo, que hubieran escogido el lugar de reposo de quienes un día fueron para disfrutar de un presente que se escurría a marchas forzadas.

La toga negra, incuestionable símbolo universitario, plegaba su tela a ambos lados de la cintura del muchacho. Los pantalones yacían desmadejados sobre sus tobillos. Unas manos finas y huesudas estiraban hacia abajo su ropa interior, deslizándola sobre la frágil piel excitada de unos muslos apretados. La calidez del aliento ajeno fue lo único que precedió la humedad de sus labios. Aprisionado contra una lengua danzarina, el cielo de su boca y el apenas nimio roce que, en un descuido, acercaba los dientes a la carne, el estudiante dejó que sus labios descolgaran un suspiro de alivio. Los besos que se habían dado le parecian tan lejanos; la tibia saliva ahora adornando el extremo inflamado de su sexo, en compañía de unas solitarias gotas de lo que podría decirse su esencia. Sus brazos se abrieron camino a través de las profundas mangas negras, imitando el comportamiento de las enredaderas sobre el cabello ensortijado del muchacho. Tenía un tacto suave que recordaba a la planta del algodón, los mechones curvos más cortos se le anillaban en torno a los dedos como raíces recién germinadas. De no ser por la escasa luz de las farolas, casi hubiera podido jurar que el oscuro color de su cabello despuntaba un destello verdoso, como el musgo sobre las rocas. El joven arrodillado abrió los ojos. Sustituyó la estrechez de sus labios por una mano firme antes de volver su rostro hacia el cielo, buscándole. Su mirada clara recordaba a un amanecer, azul en el cielo y verde en la tierra, y ahora transmitía una muda súplica de naturaleza desconocida. Aliméntame, parecía decir. Aliméntame.
El oxígeno danzaba bajo la cristalera que contenía la potente bombilla de la farola, metros y metros más allá, junto a la desvencijada verja que abría el campo santo. Calor para la farola o acaso un espejismo, pero, en cualquier caso, casi tan caliente como él mismo. Las yemas de los dedos de aquel hombre le recorrían las piernas como besos de polilla, se estrechaban en el vértice en el que convergía su cuerpo y subían, rasguñándose los nudillos, hasta calar sus apéndices entre la corteza y la curva redondez de su trasero.

Sobre sus dos piernas, la altura del otro muchacho arrojaba sombras por encima de su cabeza. El cabello se le derramaba en ondas hasta la clavícula, lleno de pequeñas ramitas picudas y hojas sanas de roble. La túnica negra se le abría también a él, revelando nada más que la simple desnudez. Tenía pegotes de barro y arena enfangados en sus flacas rodillas; una expresión animal empañando su mirada de color incierto. Su estómago dio un vuelco al sentirle apretarse contra él, las pulsaciones de su carne deslizándose alrededor de su ombligo. La fragancia salvaje de la naturaleza taladró su cerebro cuando su nariz resbaló por el arco entre el cuello y el hombro del muchacho, y la imagen que enfocaba comenzó a difuminarse. Con los ojos llorosos, sus estrechas manos estrujaron el infinito manto negro de estudiante que ocupaba su compañero hasta dar con los demacrados brazos que asemejaban al hueso. Pliegues de tela que le volvieron loco de atar, pues aquella túnica que ostentaba los ribetes rojos de las humanidades planteaba su longitud en un problema de indeterminaciones matemáticas.
Una carcajada limpia, campanillas restallando en libertad, martilleó contra su oreja derecha. El estudiante salvaje se deshizo de la pesada prenda a golpe de hombro, exhibiendo la ausencia de ropa con orgullo mal disimulado. Delgado como un palo, su carne exudaba vida. Burbujeante vida caliente, como agua que hierve en una olla cualquiera.

Serpenteando contra la cadera desnuda, las manos del muchacho le agarraron a través de sus aguados ojos. El plástico que comprimía su sexo era insoportable, el lugar más reducido del mundo. La huella de la saliva casi seca: lejano el placer del momento. Estaba tan excitado que casi dolía. Y la risa. Dulce melodía que se escurría como un nectar pegajoso, a ratos burlona, a ratos compasiva.
El muchacho desnudo avanzó por entre la naturaleza muerta a sus pies, apartando a su compañero estudiante del incómodo tronco sobre el que se apoyaba. Las palmas de sus manos se clavaron en la corteza, pareciera que buscando la fundición con el imponente gigante. El sudor se le escurría por el espinazo, gotas translúcidas que iban camino de convertirse en riachuelos, una sugerente invitación de la mano de su espalda doblada. Aún así, le echó un último vistazo, una de sus cejas alzadas, divertida a la par que incrédula. Suficiente para él, que se secó los ojos con una de las kilométricas mangas, se apartó la túnica con los dedos y colocó su cuerpo tan cerca como pudo permitirse. Su propia mano, enderezando su endurecido sexo, le sirvió de guía ciega. Una vez se introdujo en la estrecha cavidad de su compañero, fue consciente de la resistencia que el cuerpo ajeno ofrecía. El lento avanzar arrancaba un gimoteo sordo en la garganta del otro joven.

Los restos del dolor se entremezclaron con un incipiente cosquilleo placentero, la huella del daño siempre presente, sin embargo. El muchacho que se agitaba en un vaivén repetitivo se había entregado, por otro lado, al agradable calor interior. Estimulado por una estrechez que lo empujaba al encogerse y sobre la que se desplazaba, no existía más mundo para él. Reducido al primitivo instinto de la reproducción, seducido por la curvatura de sus cabellos, curvatura sobre la que se podrían esbozar una y mil funciones, y la fragancia de las hojas que aún subsistían en las altas copas, pisaba la muerte con sus zapatillas, orgulloso representante de los vivos. La violenta cadencia de sus golpes incrementó al pensar en el extraño estudiante de los ribetes rojos. Venido de quién sabe dónde, siempre se presentaba en todas partes como recién salido de un banco de niebla. Su olor a clorofila y menta y sus extrañas costumbres... ahora entregándoselas a un completo desconocido. Esta noche olía a roble, roble viejo, roble antiguo. Un olor asombroso que le nublaba la mente.
Utilizó una de sus manos para masturbarle. Suave al principio, acelerando en cada subida.

La cima del placer era insoportable. Trataba de aferrarse al presente para no perderse, reducir la movilidad hasta que su cadera se detuvo casi por completo, pero lo que sujetaba eran hilos, no duras cuerdas de piano. Uno a uno se iban marchando, ensanchando la grieta que mantenía la cordura en su sitio. Los jadeos, las rítmicas pulsaciones que acariciaba con su palma, acicateaban su resistencia hasta su pobre límite. Intentó resistirse... y consiguió arañarle unos segundos al tiempo. Al final, se entregó sin remedio al violento placer del orgasmo mientras su mente dibujaba un extraño paisaje de árboles, hojas y remolinos. Su cuerpo se vaciaba lejos de la tierra, tan lejos como viajaban sus pensamientos.

Con paso vacilante, fue separándose del muchacho, renqueando hacia atrás hasta caer de culo contra la hojarasca. Se dio cuenta entonces de que su mano estaba manchada de una sustancia blanquecina. 
Al joven estudiante desnudo aún le costó un rato recuperarse de su agitación. El sudor le plagaba las sienes, pero tenía una curiosa sonrisa de felicidad que no podía ocultar. Se agachó en busca de la túnica negra y se la colocó con diestra maestría. Su último gesto fue acariciar el mentón de su amante; los dos dedos se deslizaron hasta los labios, cerrando la boca entreabierta. Luego, arrebujado en la enorme capa negra que le hacía parecer un cuervo, se alejó del lugar.

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Skinny dipping in the dark
Then had a ménage à trois


That's it. Yo no tengo licencia de ningún tipo, ni pienso tenerla jamás, porque si voy predicando que el acceso a la cultura ha de ser libre, no me da la gana caer en la hipocresía de ponerle candados a mis humildes contribuciones. No tengo licencia, este texto me pertenece tanto como me pertenece esta página, y cualquiera puede cogerlo, disfrutarlo, retorcerlo, cambiarlo o proclamarlo como suyo. Lo único que yo he hecho ha sido escribirlo, y, aunque de alguna forma está más ligado a mí que a nadie, ni es mío ni me pertenece. Afirmación aplicable a todas y cada una de las palabras que escribo en esta página, me gustaría señalar.

Prácticamente todos tenéis esa licencia de Creative Commons, me he fijado, no creáis. Tengo curiosidad, así que, oh please, os rogaría que no le pusierais un tono de despreciativa superioridad a mis preguntas. ¿De qué os sirve saber que nadie va a poder utilizar vuestra obra? ¿De verdad puede más el odio hacia los, digamos, buitres que lo que una imaginación fértil y ajena pueda obrar sobre vuestras palabras?

Venga ya, que yo os leo y no sois tan jodidamente buenos como para que nadie quiera robaros nada. Ni a vosotros ni, por supuesto, a mí.


Vale, eso ha sido un golpe bajo. Pero como también me incluyo, pues...

13 comentarios:

Lucy Diamond dijo...

Yaoi.
.. Es la primera vez que leo algo así :$ xDDD
gracias por descubrírmelo! Seh, me ha gustado -w-
Gracias y enhorabuena, se sale mucho.
Te seguiré leyendo.
Espero ávida más relatos.

Un saludo, Mew!

Annell dijo...

Por motivos que no alcanzo a entender (quizás por "toga", "kilométricas mangas", "túnica" y todo eso...), en mi cabeza esos han sido Saïx y Xemnas... Oh, dios, cómo vuela mi mente...

Pues yo lo de Creative Commons lo tengo porque aunque, como bien dices, sé perfectamente que nada de lo que hago es muy bueno, lo hago con ilusión y con cariño. Y si a alguien le gustara lo suficiente para reescribirlo, cambiarlo, mejorarlo o lo que fuera, no sólo me sentiría contenta, me sentiría tremendamente halagada. Me haría bastante ilusión verlo por cualquier otro sitio.

Pero ver que ese otro alguien dice "no, no, lo hice yo =D" pues me sentaría mal xD No sé, es irracional, pero me dolería.

Puede que te parezca un poco estúpido, pero esos son mis motivos xDDD

Kissus :3! <3

Mew dijo...

@Lucia: ¿Oh? ¿Nunca antes te habías asomado por el fantástico mundo del yaoi? Vaya, eso sí que no me lo esperaba. Me alegro de que te haya gustado, claro, pero no te engañes, el yaoi es mil millones de veces mejor que las cuatro palabras mal juntadas que he escrito aquí.

¿Que esperas más relatos, dices? ¿Pero que te crees que soy, una humanista de pluma fácil? Ah no, no, no. Yo soy ingeniera. Ingeniera. No esperes muchos más desvarios así.

@Annell: xDDDDDDDDDDDDDDDDD ¡Puntazo, si señora! La verdad es que, en el momento de escribirlo, estaba obsesionada con las túnicas de los universitarios y la magia de la naturaleza del último libro que he devorado... y tenía que escribir lo que fuera que implicase poder mencionarlo. Pero eh, por dios, ¡que no se diga que yo rechazo tu interpretación! ¡Xemnas y Saïx! My, my... mmhh <3333

Ah joder, ¡por fin! Pensé que no habría nadie que plantase cara a mi acusación... pero tú lo has hecho, y la verdad es que me alegro. No es que pretenda decirle a nadie lo que tiene que hacer o deshacer (¿te imaginas? ¡Menudo coñazo!), pero me apetecía sacar a relucir el tema así como quien no quiere la cosa. Que luego bien que nos escandalizamos cuando se proponen leyes como la ley Sinde o se comienza a pensar en cerrar páginas y terminar con el libre intercambio de las cosas que tanto nos gustan... ¡Oye! ¡Pero si sólo están haciendo lo mismo que todos vosotros! Cerrarlo todo a cal y canto, y asunto finiquitado...

Annell dijo...

Bueeeeno, universitarios sexys, Xemnas vestido de profesor con gafas y Saïx de alumno sumiso... ¡Bueno, bueno! Creo que debería pararle el carro a mi imaginación xDDD

Mujer, la Ley Sinde es abuso puro y duro xDDDD Yo sólo pretendo que si alguien (que ya sabemos que no, pero también sabes que me halagaría una auténtica barbaridad) cogiera algo mío, que por lo menos dijera "y esto lo vi en el blog de una chica que se llama Annell =D" y fin! Una simple mención a la mente trastornadilla que pensó todo ello ;_; No sé, es lo que yo siempre haría, por respeto. A lo mejor desde tu punto de vista estoy equivocada xD

Charlie D. dijo...

Mmm... en relación a la posdata, creo que me identifico más con el pensamiento de Anell. Y es que, la comparación de la ley Sinde resulta tan poco afortunada...

A ver, Mew, cuando no existía la ley Sinde yo me bajaba pelis de, digamos por ejemplo, Tarantino a tutiplén y sin nigún problema. El bajármelas consistía en verlas tranquilamente en mi casa. Nunca se quise (ni se me pasó por la cabeza) insinuar que yo era la que había hecho esa peli (¿te imaginas? Kill Bill: by Shikaru, ala, que guay soy xD) La ley shinde prohíbe la distribución gratuita y blablabla. El que quiera ver una peli, escuchar música o wathever, es decir, disfrutar de un producto artístico como USUARIO tiene que pagar, y si no, se aguanta.

Pero lo que yo pretendo cuando registro mis obras es que la autoría quede clara que es mía, porque no me haría ni maldita la gracia que un listillo se las quedara y le diera por venderlas a su nombre. Yo, lo que se dice compartir, comparto encantada, vamos, ya me conoces. Y más mis historias. Ahora bien, son mías, eso está claro, y hacia ellas siento ese celo (que es muy subjetivo, lo entiendo) que sienten los padres hacia sus hijos. Pero es que yo pongo pedazos de mí misma en lo que hago, entonces... ¿cómo puedes pedirme que lo olvide, que me desentienda completamente de ello para siempre jamás?

Pero como artista, te diré que, a parte de ese celo (llámalo absurdo si quieres) y de mi inmenso ego, no tengo problemas en compartir mi obra puesto que para mí el verdadero placer es el proceso creativo y no el resultado en sí. Y siempre lo ofrezco gratis, y si llega el día en que tiene un precio es simplemente porque intento hacer de ello un modo de vida, puesto que, mientras viva en Madrid y no en un bosque perdido de Irlanda, tengo que manejar dinero para sobrevivir. Eso no lo hemos elegido nadie, pero, si tú (imagino) piensas cobrar un sueldo como célebre programadora de videojuegos... una humilde escritora también tiene derecho a a lo suyo, ¿no?

Pero bien lejos de las sumas astronómicas que mueven las editoriales y demás organismos que promueven alegremente la ley Sinde, yo con sobrevivir (entiéndase, no dormir bajo un puente, comer y viajar) tengo suficiente.


Y ahora querría comentarte sobre el texto yaoi, pero coño, se me ha acabado el espacio ¬¬

Niwa dijo...

Quizás me incorporo a la discusión un poquito tarde, pero no quería dejar de hacerlo aunque Shikaru y Annel ya hayan defendido estupendamente una opinión similar a la mía.

Si los relatos los publicase en papel, por ejemplo, el equivalente de esta situación sería que mi nombre figurase en la portada del libro. Después dejaría ese libro en una biblioteca para que lo disfrutase quien quisiera. Y si alguien decidiese versionar mis relatos, me alegraría enormemente, porque eso significaría que he creado algo capaz de alentar la creatividad de otra persona.
En internet no puedo poner mi nombre en la portada de nada, así que la licencia es lo más parecido que he encontrado. Y si te fijas en ella verás que lo único que reclamo en ella es que se mencione mi nombre y que nadie pretenda vender o sacar beneficios de lo que escribo. No porque crea que haya alguien acechando, sino por mero... Recelo. O amor propio si prefieres.
Puedes incluso llamarlo vanidad, pero no lo compares con la ley Sinde sin explicarme todas esas similitudes que le ves.


Y el texto lo leeré cuando termine con el libro en cuestión. Ahora, te diré que eres cruel. No puedes hablarme de estudiantes, togas y yaoi, tentarme con el recuerdo de Richard y Alec como hiciste el otro día... Y después decirme que me vas a revelar toda la trama. ¡Mala!

Mew dijo...

Está bien, iré por partes. Como el otro día ya comenté esto de viva voz con Shikaru, contesto a Niwa... pero vamos, no hay mucha diferencia.

Antes de nada, el texto no tiene nada que ver con ningún libro. Menciono togas y hay yaoi... pero vamos, hasta ahí las similitudes con La Caída de los Reyes. Me dejas perpleja, ¿de dónde has sacado que era un fanfic? ¿de los comentarios?

Ahora a lo que nos ocupa. En primer lugar, la ley Sinde. ¿Desafortunada comparación? Bueno, sí, en parte sí. Pero, de igual forma, en parte no. Hacer alusión a la ley Sinde me pareció la mejor forma de comparar a esos autores de, pongamos, fanfics que no permiten, por ejemplo, traducir sus textos a la lengua materna de cada cual para que las personas que no dominan el idioma en el que fue escrito, pero que son fervientes admiradoras de la lectura, puedan disfrutarlo. Lo mismo de las personas que prohíben, ¡prohíben!, que sus dibujos basados en portadas, coloreados digitalmente a partir de un lineart que no era suyo inicialmente, etc, etc... puedan ser exhibidos en ninguna página (venga, ¿o me vais a decir que pedís permiso para utilizar todas esas fantásticas imágenes que utilizais para las entradas de vuestros blogs?) o, siquiera, guardados para el disfrute personal que puede suponer, qué se yo, establecerlo como fondo de escritorio. Y como tales ejemplos, podría poner muchos más.

El vértice común que esto comparte con la ley Sinde es que, por una absurda idea de posesión, se niega y retira el acceso a algo que nació para ser contemplado; no que Shikaru quiera estampar su firma en la producción de Piratas del Caribe, está claro. Yo no hago demagogia barata, si afirmo algo es porque I do know cómo defenderlo. Puedo estar equivocada o no, pero no soy estúpida. Y pretender atacar mi argumentación con semejantes comparaciones me parece poco menos que escupirme en la cara. Coño.

De todas maneras... ¿qué pasa? ¿que vosotros tenéis derecho a pedir que en vuestras obras se mencione vuestro nombre y que nadie pueda lucrarse de ello, pero los demás no tienen derecho a percibir la pasta que deberían ganar con los libros, música, videojuegos que hacen? Porque os recuerdo que es precisamente eso lo que pretende la ley Sinde. ¡Se acabó el no pagar, que ningún artista trabaja gratis! ¿Qué pasa? ¿Que es más lícito descargarse un libro de Rowling porque tiene muchos millones en el banco? Pues no, de ninguna manera eso es un justificante. Si ha escrito una obra con la que hacerse asquerosamente rica, rica hasta decir basta, pues ¡eh! ¡qué suerte! Enriquecerse con lo que tu imaginación y creatividad han dado a luz no es ni inmoral, ni reprochable, ni criticable.
¿Veis? No pretendo fomentar la esclavitud, no pretendo que vosotros os matéis a escribir y que otros se lleven el hipotético dinero que podríais sacar por vuestras obras.

De todas formas, he de confesar que me da rabia. ¿Sabéis por qué? Pues porque luego no hago más que oír las exaltadas voces de personas que dicen querer cambiar las cosas; ¡y que únicamente dicen eso!
Y (esto más a título personal) es que no entiendo que luego le bailes el agua a Nacho con todo eso del capitalismo... si cuando se ataca tu propiedad privada pretendiendo hacerla pública, nos llevamos las manos a la cabeza de semejante manera.

De cualquier manera, no pretendo inculcarle mi manera de pensar a nadie. Así que, de igual forma que vosotros tenéis vuestras licencias, yo voy a seguir sin ella. Porque a diferencia de vosotros, yo pienso que nada de lo que escribo me pertenece. Y es que Shikaru antes mencionaba una similitud con los hijos... bueno, pues es exactamente eso. Los hijos tienen padres y madres, pero no dueños. Está claro que las cosas que escriba habrán sido concebidas por mí, pero me parece que está fuera de mis posibilidades pensar en ellos como pienso en mi psp; algo que me pertenece a mí y que, si quiero, puedo prestar.

Adsi dijo...

Mew, si has visitado mi blog recientemente sabrás que estado una semana de vacaciones y sin conexión con el mundo. A raíz de esto, no he podido leer a nadie de la bloggsfera. Pero ahora ya tengo Internet y me he podido leer tu post, junto a los comentarios (que no son ni pocos ni cortos :)

Debo reconocer que el tema de debate es interesante. La licencia, la ley Sinde, etc. Sin embargo tu escrito (al cual tu misma tachas de como mínimo no bueno) me ha parecido... a ver, lo podría definir de muchas maneras, y por supuesto, para nada como algo no bueno. Me ha parecido novedoso. He leído yaoi. Bastante (¬¬). Ah, ten en cuenta que te habló con sinceridad totalmente pura. Me ha parecido el mejor yaoi que he leído nunca. De verdad. Sé que esto te hará pensar que en realidad no he leído una mierda y puede que incluso tengas razón. Sí, puede que la tengas, pero eso no quita que me haya leído un relato el cual me ha fascinado. Así son las cosas. Soy un chico al que le gusta el yaoi, mucho además, y si le sumamos a este curioso hecho la calidad de este escrito en concreto... pues... que sé yo, la satisfacción me sale por las orejas. Obviamente tus palabras me han parecido también excitantes, cosa que tengo que reconocer y de la que no me avergüenzo para nada. Y los he visto, a esos dos, tal cual.

Y ahora abordemos el tema de debate... Creo que mi opinión sería una mezcla de las que ya han aparecido en forma de comentarios. No considero mis escritos como algo que me pertenezca, no como algo material. Sin embargo creo que una parte de mí esta en todas las historias que he publicado, lo cual me parece importante. Es por eso que creo que si por algún tipo de casualidad alguien cogiera algo que yo he escrito (hecho que cuanto menos me parece imposible) y lo proclamase como algo suyo, pues me dolería. De todos modos, si en vez de eso, dicha persona hiciera alguna versión o se inspirase con mis relatos... pues creo que eso no me importaría. Sería más bien como un halago. Así que pongo la licencia como algo simbólico, que está ahí, por si acaso.

Buenas noches ^-^

Niwa dijo...

¡Oh, vaya! Acabas de darme un disgusto, la verdad es que me habría gustado leer ese fic... Y si te digo la verdad, ahora no sé muy bien porqué me he convencido de uqe lo era. Las togas han nublado mi mente ^^

Ahora, vayamos poco a poco.

En primer lugar te diré que sigue sin parecerme lo mismo prohibir que traduzcan, versionen, adapten, reproduzcan, etc. tu obra a decir que, en caso de hacerlo, se tomen la moletia de decir "esto lo escribió Niwa". No se trata de que sea mío y nadie más pueda disfrutarlo o de coartar la difusión de lo que pueda crear. Sinceramente, no creo que ese deseo de firmar mi obra pueda dificultar su difusión de ninguna forma.

Y por supuesto que no quiero que nadie se lucre con ello. Lo que yo quiero es que cualquiera pueda acceder a lo que escribo, por eso lo publico en internet, al alcance de cualquiera y sin pedir nada a cambio. El que quiera vender su obra y cobrar por tener acceso a ella, estupendo, que lo haga. Yo no lo hago y no me gustaría que nadie lo hiciese en mi nombre.

Ahora, explícame cómo pedir que se mencione mi nombre puede dificultar la libre difusión más que pedir dinero por ello. Y explícame también en qué momento he dicho o hecho yo algo en contra de hacer público lo que escribo. Porque, también a título personal, te recuerdo que no soy yo la selecciona quién es suficientemente bueno como para seguir su blog y quién no. Todos mis relatos están disponibles a cualquiera que quiera leerlos, cogerlos, editarlos o cualquier otra cosa que se te ocurra.

Mew dijo...

@Niwa:

Bueno, es obvio que tanta selección no hago cuando todavía no te he echado a patadas de mi blog (es coña, es coña... pero, ¿a que jode?). No te pienses ni por un instante que me vas a sacar los colores con semejante afirmación, porque, aunque todavía (y recalco, todavía) no haya llevado a cabo dicha acción, el día que lo haga me voy a quedar bien a gusto. Y es que no pretendo vedar la entrada a quien juzgue que no es lo suficientemente bueno para mí, como bien acabas de calumniar, sino que pretendo borrar de golpe y porrazo a todas esas personas que se enganchan como seguidores y no dan señales de vida, ni un triste comentario de presentación. Y no es que a mí me interese rellenar de comentarios mis entradas (que ya ves tú, para eso enchufo el Eclipse y abro mi megaguay programa de Login Blogger y ea, a comentar desde diferentes cuentas y floodear como si no hubiera mañana), sino que me jode soberanamente y me toca las narices que personas que no conozco me sigan. No que me lean, no que disfruten con lo que hay aquí y todo ese blablabla, sino que me sigan. Un capricho tonto, qué quieres, otra cosa más que me aleja de la perfección. Además, qué narices... soy una egoísta, a mí qué demonios me importa si con eso dificulto el acceso a... ¿mi blog? Pues ea, condenados a teclearlo por siempre jamás en la barra de direcciones.

De todas maneras, si he puesto los ejemplos que he puesto es porque todas y cada una de esas personas se sirven de la misma licencia que la vuestra para prohibirme disfrutar de lo que quiero. ¿Sigues sin verle la similitud? No hay más que esa, no pretendo entrar a discutir en qué afecta poner o no poner el nombre del autor en esos casos, porque, sencillamente, ¿qué tiene eso que ver con que se impida la difusión de la obra? Pues no sé, nada.

Lo que sí me parece, sin embargo, es que tampoco se consigue nada al firmar una obra. Para los que no son el autor, me refiero. Es decir, ¿podría hacerte la misma pregunta pero a la inversa? ¿En qué ayuda a su libre difusión, exactamente, firmar una obra? Como la mayoría habéis dicho antes es más una cosa que hacéis por vosotros, por vuestro ego, vanidad o amor propio. Eh, que estáis en vuestro derecho de hacerlo, reitero que no quiero imponerle mis pensamientos a nadie, pero no es algo que preste ayuda (como tampoco pone trabas).

Y ya que estamos, reitero también esa pregunta que has dejado en el aire sin contestar. Que escribí todo un párrafo que parece haber sido pasado por alto y no, que lo mío me costó. Si tú tienes derecho a pedir que en tus obras se mencione tu nombre y que nadie pueda lucrarse con ella a tu costa, ¿por qué los demás autores no van a poder llevarse hasta el último mísero céntimo de sus obras (véase libros, discos, videojuegos y demás etc), que es, precisamente, lo que apoya la ley Sinde?


(Sigo abajo, que no me cabe lo que me cabe el texto entero...)

Mew dijo...

@Adsito:

Bueno, antes que nada, me veo en la obligación de aclarar cierto tema. Yo no sé cómo estarán ahora las cosas entre la gente de vuestra edad, pero cuando yo era tan joven como tú (y de eso no hace más que cuatro años) la cosa era tal que así: a la menor oportunidad se cuestionaba la virilidad/feminidad de uno/a. Por eso tengo que decir que a mí, aquí, en estas cuatro paredes virtuales que tengo por casa, poco me va a trastornar que seas un hombre al que le guste el yaoi o una mujer a la que le guste el yuri. Y bien puedes ser heterosexual, homosexual, bisexual o trisexual (sí, sí, ya sabes... cuando no aciertas a decidir si te gusta más hacer el amor con chicos, con chicas o... contigo mismo), porque ni preconcibo tu sexualidad ni cuestiono ninguna de las características inherentes a ti por el hecho de ser un varón (y lo mismo se aplicaría en el caso de las féminas). Y, aunque nada de lo que yo piense tendría por qué importarte (ni siquiera la parrafada que acabo de soltar), sólo quería decirte que amén a eso; que, al menos yo, siempre te voy a recibir con los brazos abiertos, por estrambóticos juzgues que sean tus gustos. (¿Y es que acaso no es eso lo que precisamente hace interesante a las personas...?)

Por otro lado, me llena de un sentimiento agradablemente cálido que hayas expresado con tanto detalle cómo te ha hecho sentir mi texto. Te lo agradezco, y lo hago con la más absoluta sinceridad de la que puedo hacer gala.
En cuanto a que considero mi texto como no bueno... mmh... mira, no es tan sencillo como eso. Y me voy a tomar la molestia de explicártelo, ya que me parece lo mínimo después de que tú hayas compartido tus impresiones conmigo. El caso es este: soy (jodidamente) buena escribiendo, eso lo sé, utilizo correctamente los signos de puntuación, conjugo adecuadamente los verbos y tengo un buen carrete de imaginación del que tirar... pero, bueno, hasta ahí. Puede que sepa hilar muy bien las palabras y entretejer con ello un texto como dios manda, un texto que tenga una apariencia apetecible y vistosa, pero ¿acaso sabe a algo? Es decir, más allá de eso, ¿hay algo? ¿Tiene lo que tiene que tener para remover por dentro? ¿Sugiere algo más allá de la maraña que conforma semejante palabrería? Bueno, de eso no estoy tan segura. Casi me atrevería a decir que no, que carezco de semejante habilidad que es lo que, pienso, diferencia a un escritor de verdad del resto de pobres aficionados mortales. Anyway, esto podría explicártelo muchísimo mejor nuestra querida Shikaru, quien, sin embargo, ha decidido reservarse sus pensamientos para ella. Y, si se me permite aventurar, yo creo que con la finalidad de no herir un ego, digamos escritor porque artístico sí que tengo, del que casi carezco por completo.

Charlie D. dijo...

Mmmm... se han dicho cosas muy interesantes, la verdad. Aunque inicialmente esté de acuerdo con Niwa, Anell, Adso, en fin, con el resto del mundo menos con Mew, que insiste en tocarnos las *** ... he de reconocer que tiene valor (tienes valor, Mew) en decir, lo que dijiste y quedarte tan ancha. Muchos nos habríamos callado por pura educación (o puede que incomodidad al pensar que podrías granjearnos los comentarios negativos de otros).

Ahora bien, lo de la ley Sinde no es tal y como dices, eso de que el autor se va a llevar hasta el último céntimo de su idea... ¡JA! ¿En qué mundo vives, querida? ¡Dímelo y me mudo sin dudarlo! Puede que el propósito original de la ley sea ese y blablabla, pero en la práctica (que es lo que a mí, como autora, me interesa) la realidad es que hasta el último centavo se lo llevan los intermediarios, editoriales, discográficas, productoras de cine... etc. Y lo digo tranquilamente porque yo, al menos, conozco el mundillo editorial y he tratado de primera mano a esos que llaman editores. ¿Sabes por cuánto se vende una idea? ¿Te lo imaginas? El producto de años (porque años son lo que cuesta crear una buena historia, y sudor y sangre, y una fuerza de voluntad tremenda sacarla adelante)se intercambia por un dinero que a duras penas puede mantenernos un mes. Imagínate. Oh, sí, desde luego los escritores somos riquísimos. Haciendo cuentas, tendría que sacar una novela cada mes para malvivir, vamos, una utopía. Eso sí, mis libros pueden venderse, peor yo, como autora, no voy a ver más que las sobras, míseras propinas que la editorial nos entrega para que nos estemos "calladitos". Ah, y no decidimos ni la portada de nuestras obras la mayoría de las veces.

Claro que, de vez en cuando, sale un best-seller, pero los best-seller son lecturas, la mayoría de las veces (ojo, hay honrosas excepciones) que se venden y se consideran buenas solo porque la editorial quiere, pues las promociona como quien promociona a una estrella de cine llena de maquillaje y photoshop. O sea, una mentira. Ninguno de los grandes libros que he leído fue un best-seller... porque hay ideas que no se pueden transformar en un simple objeto de comercio. Menos mal.

Así que, una vez aclarado el punto de que no veo las licencias creativas como algo con lo que hacerme rica, ni ley Sinde un fiel apoyo para sacarme de la pobreza (al menos en el ámbito escrito) te diré que la utilizo como quien utiliza el nombre. Porque lo que escribo, mal que pese a unos y otros, es producto de esta cabecita, será malo o bueno, pero lleva mi marca, igual que yo llevo la marca de mis padres en mi ADN para bien o para mal. Pretender ignorar algo tan evidente como el color de ojos, por ejemplo, es un poco ridículo, isn't it?

Y para terminar, una cosa que me ha hecho gracia (muajajajajaja) la rabia de Mew contra esos usuarios fantasmas que nos siguen pero jamás comentan... mmmmmm... de igual manera que ella siente el deseo caprichoso de eliminarlos y mandarlos de vuelta al limbo del que surgieron, nosotros podemos ostentar con retintín nuestras graandes etiquetas de Creative Commons... etc.

Porque somos humanos, ¿no?

Y quien esté libre de culpas, que tire la primera piedra.

Niwa dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Mew, en que firmando una obra el único que puede obtener algún hipotético beneficio es el autor. Ahora bien, no sé dónde está el problema con ello.
En cualquier caso, si estamos de acuerdo en que no influye en la difusión de una obra, ¿a cuento de qué lo utilizas como arma arrojadiza para acusarnos de entorpecerla? ¿Al final todo esto se reduce a que hay gente que usa Creative Commons para pedir (y recalco ese pedir porque al final todo esto es más simbólico que otra cosa) que nadie toque de ninguna forma su obra, así que todos los que tenemos licencia escondemos la misma intención? En ese caso, estamos perdiendo el tiempo.

Y no creas que he pasado por alto tu párrafo. Como ya te he dicho antes, el que quiera vender su obra, que lo haga. Es más, realmente me gustaría que alguien pudiese crear cosas buenas y vivir de ello.
Sin embargo, no te confundas, la ley Sinde no está pensada para defender los intereses del pobre y sufrido autor que, por otra parte, como ya ha dicho Shikaru, tal como funcionan las cosas son más bien escasos. La ley Sinde está pensada para defender los intereses de la industria. La idea esencial es sustituir a los jueces por un órgano administrativo. Es decir, ya que los jueces no dan la razón a la industria y se resisten a cerrar webs a diestro y siniestro, los quitamos de la ecuación.